¨LA VIDA sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante¨
Aabye Klerkegaard, literato y filósofo danés
La niñez y adolescencia en el CEPMAC fueron el preámbulo de nuestra vida actual. Muchas fueron las experiencias que compartimos de aquel tiempo y espacio: la misma escuela, los mismos maestros, los mismos juegos, la misma música, la misma moda, la gente de aquel tiempo, las generaciones, etc. etc...
No obstante las similitudes, nuestras
familias y nuestros hogares eran muy diferentes, y no me refiero a posición social o económica, sino a la forma en que éramos educados y tratados por nuestros padres.
La siguiente anécdota pertenece a ese pasado, lo enlaza con el presente y conecta al futuro. Revela el entrañable apego y amor a Teziutlán, al Centro Escolar y a mis queridos excompañeros y amigos:
¨La Paloma¨ fue establecida en 1964 por mis padres, en esa tienda fue donde pase toda mi niñez y preadolescencia. Debido a problemas familiares mis padres se habían separado, mi infancia transcurrió en ausencia de mi madre y de mis hermanos. Viví sólo con mi padre desde los 6 años, él era una persona excesivamente enérgica y extremadamente riguroso. Como resultado, tenía yo demasiadas restricciones y a mi corta edad muchos eran los deberes que atender: barrer, limpiar, lavar, ir a los mandados, despachar, etc., casi no había tiempo para jugar .
La escuela era el espacio ideal para recrearse y liberar toda esa energía contenida, de ahí que mi comportamiento no siempre fue muy bueno. Era el pavor de mis compañeros y compañeras, el dolor de cabeza de algunos maestros. Tanta era la fama de latoso que siempre que algo pasaba, automáticamente me echaban la culpa. En cierta ocasión me acusaron de haber escrito en el baño una mentada al Prof. Salas y al Prof. Menchaca , por suerte ese día no había ido a clases (ya que el mismo Salas me había corrido) y sin duda eso me salvó de haber sido expulsado. Sin embargo nunca reprobé año ya que siempre me ponía a estudiar días antes de los exámenes.
Para mi la escuela era un bálsamo de libertad y alegría. Afligido veía llegar el fin de cursos y las vacaciones, extrañaba sobremanera el plantel, a mis amigos, el relajo, los juegos, la alberca, el ping pong, los deportes, la tienda escolar, la barranca y todo lo que implicaba.
Recuerdo las vacaciones en segundo de secundaría cuando el Prof. Hilario del taller de imprenta me reprobó debido a que en cierta ocasión en vez de entrar al taller me fui a nadar y a la hora de echarme un clavado del trampolín, me vio desde la puerta de la imprenta, ese fue el motivo para ir en vacaciones a pagar con tiempo la materia. Estaba muy contento ya que para mi era muchísimo más preferible estar en la escuela.
Muchos de mis compañeros y amigos lo habían sido desde el Jardín de niños, en ausencia de hermanos y madre , ellos eran una especie de familia, había un fuerte vinculo afectivo. Así que en aquel tiempo lo más importante y apreciado por mi era la escuela y todo lo que ella involucraba.
La adolescencia es la edad que se caracteriza por los cambios, en mi caso fueron muy tajantes, dramáticos, radicales y trágicos. La rebeldía propia de la edad, sumada a la limitación y prohibiciones en las que vivía hicieron que un día de enero del 77, a mediados del tercer año de secundaria, me revelara y me emancipara de mi padre. A los 14 años tomé la decisión de abandonar mi casa, sin pensar en ese momento, todo lo que ello implicaría y lo que vendría a continuación.
Mi madre vivía en la ciudad de México y fue entonces que me reuní con ella, mis hermanos me ayudaron para que no perdiera el año escolar y continuara estudiando. De pronto y en menos de una semana ya estaba en otra ciudad, en una escuela completamente diferente, con extraños compañeros. Fueron momentos de confusión y descontrol total, nunca me pude adaptar a la nueva escuela.
Al poco tiempo de haberme reunido con mi madre vino lo trágico, ella falleció de una terrible enfermedad (cancer) que la aquejaba desde años atrás. En ese momento mi mundo se derrumbó. El shock y el cambió tan tajante y dramático fueron emocionalmente demoledores. A esa edad (15), fue un golpe devastador que trajo una gran depresión que duro muchos, pero muchos años.
Estaba muy triste y abatido, a pesar de que casi no había vivido con ella extrañaba enormemente a mi madre, también extrañaba a Teziutlán, al cepmac, a mis compañeros y amigos. En esos momentos y dentro de esa angustia pensé y decidí en no dejarlos ni perderlos y desde entonces, siempre que había una oportunidad iba a Teziutlán a verlos.
Existía una correspondencia mutua, ya que nos escribamos y manteníamos el contacto, ellos (as) me expresaban su aprecio y su cariño y yo correspondía de la misma forma. Por muchos años
conservamos el contacto por la única via de entonces, el correo postal. Aún conservo todas y cada una de las cartas que recibí y aprovecho para compartir la primera de todas que me mandaron cuando cumplí quince años
La preparatoria ya no la estudié en el CEPMAC, pero seguí visitándolos y el día de la graduación allí estuve presente.
Dice el dicho y dice bien, que a los amigos tu los escoges. Han pasado más de treinta años y una de las cosas más extraordinarios en todo ese tiempo, es que hemos conservado la amistad y nos
podemos ver sin prejuicios ni banalidades. Aun seguimos manteniendo el contacto, algunos más otros menos, otros de plano desaparecieron del ambiente.
Fueron esos hechos y esas circunstancias las que forjaron mi amor por Teziutlán, por el Cepmac y por toda esa gente maravillosa que son la mayoría de ustedes. Dicen que no hay casualidades, que sólo hay causalidades.
Esos acontecimientos dieron origen a esta bella causa de reunirnos, compartir esa identidad que nos hermana y nos nutre con el aprecio y cariño de nuestros semejantes.
La vida y sus eventos no me alejaron, al contrario me han permitido valorar y apreciar el significado del amor y la amistad. La vida me ha dado la oportunidad de recuperar a casi todos mis amigos y hacer otros más. Lo que me toco vivir hizo definitivamente esa diferencia. Me siento afortunado de haber nacido en Teziutlán, de haber asistido a esa grandiosa institución que es el CEPMAC, pero sobretodo de haberlos conocido.
Este relato anecdótico ha sido como una gran catarsis, agradezco hayan tomado el tiempo de leerlo.
Gracias a Dios y a mis padres que nací en Teziutlán, gracias a ustedes por admitirme como su amigo y permitir compartir nuestras experiencias.
Con afecto y cariño sincero,
SAMUEL ALVARADO BENÍTEZ