24 de noviembre de 2007

dIEGO

Hace 50 años el mundo entero se convulsionaba ante la noticia de la muerte del más grande artista plástico mexicano de todos los tiempos: Diego Rivera, quien el 24 de noviembre de 1957 sucumbía ante el cáncer que nadie había podido detener, ni la medicina soviética que tanto reverenciaba recibida en Moscú ni todos los cuidados y mimos de su amiga más cercana, Dolores Olmedo, quien cuidó de él por meses en su casa de Acapulco.
El genio quedó dormido en su maravillosa casa de San Ángel, obra temprana de su amigo y vecino, otro genio de las artes mexicanas, Juan O’Gorman quien habría de suicidarse a pocos metros de allí en 1980 en lo que constituye otra historia digna de relatar en alguna ocasión.
Allí, en esa doble casa que en una época albergó en la zona azul la ocupada por su ya fallecida esposa Frida Kahlo y la gran porción roja taller del pintor, su última esposa y dealer Emma Hurtado se encargaba de hacer el inventario final de la obra pequeña de caballete que jamás concluiría este personalísimo genio, incluyendo El niño del sputnik, cuadro que aparecería misteriosamente concluido por mano fantasma en la reapertura de estas casas convertidas en museo en 1986, con motivo del centenario del nacimiento de Rivera.

Diego Rivera, hoy lamentablemente caricaturizado por las feministas de chisguete como “el esposo de Frida” es un genio fuera de toda proporción, no sólo para la plástica mexicana sino para el arte mundial.

Nacido en parto gemelar en 8 de diciembre de 1886 en Guanajuato, provenía de una familia de judíos conversos de clase media que habían optado por una religiosidad católica exacerbada como acto de supervivencia y compensación, sobre todo su madre María del Pilar, quien quedó sumamente afectada por la muerte prematura del gemelo de Diego, Carlos.

El pintor de suma precocidad, recibiría el rimbombante nombre de Diego María Juan Nepomuceno Estanislao Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez; criado por una nana dado el frágil estado mental de su madre, confiesa a una de sus biógrafas a Lolo de la Torriente, que iniciaría su aprendizaje sexual a los siete años en un burdel de su ciudad natal que abandonaría un par de años después cuando la familia va a radicar a la capital del país, la Ciudad de México.

El padre, comerciante, quiere que Diego sea militar pero él se decanta por el arte que expresa desde muy pequeño con una desusada maestría y apoyado por el entonces gobernador de Veracruz, Teodoro Dehesa, parte en 1907 a Europa, residiendo primero en España y luego en Paris.


Con ella habría de procrear a su único hijo varón Dieguito, nacido en 1916 en plena Primera Guerra Mundial y que moriría 14 meses después de inanición y una infección infantil imposible de curar dada su pobreza.

Cuando deja a Angelina en París le promete mandar pronto dinero para que ella se reúna con él y Kiela, como le decía cariñosamente, nunca recibe siquiera una carta. Con trabajos inimaginables y miles de penurias ella tarda 14 años en reunir el dinero necesario para buscar a Rivera en México sólo para encontrar que en el inter ya se había casado dos veces y cuando la encuentra en Bellas Artes donde el maestro pinta de nuevo el mural destruido por Rockefeller, Rivera finge no conocerla y jamás la apoya o visita de nuevo.


Retrato de Diego por Marevna Vorobieff

Con ella procrearía a una hija, Marika, que Rivera llamaba la hija de la guerra y a la que sistemáticamente se negó a reconocer a pesar de ser su viva imagen y a que la actriz y bailarina siempre ha utilizado el apellido de su escurridizo padre.

En esta etapa, Diego hace amistad con los genios de Montparnasse, con los que se reúne en el emblemático café “Les deux magots” de St. Germain, y entre tragos de ajenjo, el licor de la locura, teje la leyenda de ser caníbal especializado en comer sesos de niño y pechos de mujer, lo que le vale el mote del tierno caníbal y lo identificarían como un mentiroso patológico de desbordada imaginación, sello que explotaría para fascinación de quienes conocieron a este feo pero magnético hombre, capaz de enamorar a una reina de belleza gracias a sus historias e inmenso carisma.

A Marika y Marevna tuve la enorme fortuna de conocerlas en Ealing cuando estudiaba en Inglaterra, ya que Marika, casada con Rodney Phillips, periodista y ex propietario de la mansión Athelhampton que conserva allí parte de la obra de Marevna, fue a residir con su madre a ese suburbio londinense donde eran figuras emblemáticas de la bohemia internacional.

Marika acostumbraba cantar La Cucaracha, canción que afirmaba le había enseñado su famoso padre y Marevna, vestida aún al estilo de la bohemia de la rive gauche que describe magistralmente en su libro “Mi vida con los pintores de la rue La Ruche” contaba historias de sus amores con Rivera, Chaim Soutine o anécdotas vividas al lado de Picasso, Modigliani, Chagall y otros grandes con los que abrevo el arte cubista de la que fue la primera mujer representante.

Por cierto la hija mayor de Rivera trabajó en el cine en pequeños papeles en cintas memorables como Darling de Julie Christie o interpretando el papel de Rifka en “Violinista en el Tejado” sendo su último papel fílmico “Vincent” la biografía del pintor holandés Van Gogh.


Retrato de Guadalupe Marín

Enamorado de la fiera de ojos verdes, la tapatía Guadalupe Marín, su pasión lo lleva a olvidar sus principios marxistas y accede al matrimonio religioso en 1922 y con ella procrea dos hijas: Guadalupe nacida en 1924 apodada Pico por nacer con la cabeza picuda por efecto de los fórceps que ayudaron al parto y Ruth en 1926, Chapo, mote que recibe por ser tan morena como el chapopote. De ellas Guadalupe estudiaría economía, sería Premio Banamex en esa especialidad, engendraría para enojo de su padre a su primer hijo Juan Pablo como madre soltera para luego casarse brevemente y procrear a Diego López, espléndido cineasta y mejor amigo. Ella ha sido además senadora y delegada política en Álvaro Obregón y curadora del Museo de la Revolución y activamente organiza los homenajes en honor de su padre.


Ruth mientras tanto estudiaría arquitectura y casada con el pintor zacatecano Juan Coronel, engendraría a un solo hijo, Juan, quien es un avezado hombre de negocios ligado al arte y el cine. Ella moriría prematuramente.


Tras divorciarse de Lupe se casa en Coyoacán con Frida por primera vez en 1929, en lo que por su diferencia de tallas se describió como el romance del elefante y la paloma. Se divorciaría de ella en 1939 cuando ella descubre que el perennemente infiel Rivera sostiene relaciones sexuales con su hermana Cristina en su propio estudio y se casarían de nuevo el 8 de diciembre de 1940, cumpleaños de Diego, en San Francisco, California, fechas inmortalizadas en un reloj de cerámica que se conserva en el comedor de la casa azul de la casa museo de Frida.


Diego promueve en lo político la formación del Partido Comunista Mexicano al lado de otro gran artista: David Alfaro Siqueiros, con quien tendría diferencias sustanciales que acabarían a balazos.


Sueño de una tarde dominical en la Alameda (Click para agrandar)

Admiro a Frida, su vida me fascina pero Diego es una megaestrella que se encuentra en una dimensión aparte, pertenece al olimpo de los dioses del arte que se producen rara vez. Es Rivera quizá una de las personalidades que como periodista más me hubiese gustado conocer y que aún descrito en relatos de segunda o tercera mano provocan esa agridulce sensación mezcla de amor y odio como en el libro de Elena Poniatovska Querido Diego, te escribe Kiela que recupera su desgastante relación con Angelina Beloff, el personal Mi hermano Diego de su hermana Pilar Rivera o el retrato literario del pintor cuando joven en Europa en Diego de Montparnasse de Oliver Debroise.

Quizá el mejor homenaje que se pueda rendir a alguien es mantenerlo vivo en la memoria y el conocimiento. Cuando eso sucede uno no muere del todo, acercarse a Rivera en el cincuentenario de su fallecimiento a través de las exposiciones de Bellas Artes o de sus casas museos donde su misma hija Guadalupe da magistrales pláticas sobre el genio o leer los libros escritos sobre su vida y obra permitirán que una parte muy importante de la cultura mexicana siga viva en las nuevas generaciones.

Articulo de Flor Berenguer tomado de Olganza

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La que esta vestida de tehuana no es Guadalupe marín sino Dolores Olmedo...

Anónimo dijo...

La que esta vestida de tehuana no es Guadalupe marín sino Dolores Olmedo...