Dándole seguimiento a la convocatoria de Francisco Rocafuerte de comentar alguna anécdota sucedida en la escuela, doy paso a una que me gusta contar...
Leí el apellido Carpinteyro y de volada recordé al fallecido Prefecto Esteban Carpinteyro, quien a decir verdad, tenía fama de ser una persona dura e intolerante pero que en su interior existía una gran sencilléz y humildad... lo comento con conocimiento de causa, ya que tuve la oportunidad de estar muy cerca de él.
Recuerdo cuando él llegó a la escuela, llegó imponiendo, haciéndose presente con su mano dura pero también haciendo cosas que le dieron un realce al CEPMAC de esa época.
Voy a contar un suceso para mostrar al Carpinteyro amable y humano que conocí, tal vez como debamos ser muchos, sinceros y flexibles en algunos aspectos de nuestra vida personal, pero rígidos en nuestras responsabilidades...
Mi primer encuentro con él lo recuerdo perfectamente, vari@s compañer@s nos encontrábamos en los vestidores de mujeres del gimnasio, platicando de lo mas lindo, contándo nuestras cosas taaaan a gusto y relajados que pensamos que una plática sin cigarritos no era una plática real, y decidimos encerder nustros taquitos de humo, no todos, solo los que en esa época tratábamos de experimentar los hábitos de adultos, un estatus rebuscado, una rebeldía o simplemente un ¿porque no?... tan a gusto estábamos que no nos dimos cuenta que llegó Esteban!, inmediatamente los que lograron reaccionar rápido pudieron tirar sus cigarros, por ejemplo, Jorge Barrios se metió el cigarro en la boca y lo apagó ahí mismo, Rafael Cortéz lo apagó con su mano cuando cerró con fuerza ésta, pero su servidor simplemente no vió la llegada del Prefecto de Hierro y todabía alcancé a darle una fumada la cual salió despacito cuando ya tenía a Esteban frente de mi... cómo yo era el único que tenía la evidencia en la mano fuí el único castigado, no recuerdo el castigo, pero tal vez fué barrer o no sé, bueno, lo importante de ésto es que cada vez que me veía me llamaba "cigarro", hasta que un día lo encaré (pudo mas el no querer llevar de por vida un apodo que no se apegaba a mi forma de ser, al miedo que infundía)le recordé aquel relato que habla de aquel que mata un perro y le dicen para toda su vida "mataperros", le comenté que le daría motivos para que me llamara de otra forma, tantos motivos le daría, que se olvidaría por completo del suceso del cigarro, al parecer le gustó mi forma de abordarlo con ese argumento...
Le mostré mis facetas en el futbol, volibol, salto de altura, y algo que a la postre a él le gustaba mucho de mi, que era la forma de hacerle al maestro de ceremonias... en fin, lo convencí de que era mas allá que un simple cigarro... al final, cuando nos despedimos, me deseó mucha suerte en mi vida futura, fué entonces cuando le pregunté: "¿recuerda cómo me decía en un principio?", contestó con un rápido "NO", le dije "no se haga, recuerda lo de 'cigarro'?", respondió: ¿cual cigarro?"... nos reimos y me retiré de su casa, tal vez él pensó: "misión cumplida"... yo si pensé: "misión cumplida"...
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